A "D" el chico ruso de Kaliningrado
En el invierno de dos mil veinticuatro,
un encuentro inesperado, un amor que brilló.
Tus ojos verdes, como esmeraldas
reflejaron en mí la luz de un nuevo amanecer.
A primera vista, un destello
tu sonrisa, un abrazo cálido en el frío.
Me enseñaste que el amor puede ser sencillo,
que abrir el corazón es un acto valiente
aunque el futuro sea incierto y distante.
Hoy, en este último lunes de diciembre
me detengo a reflexionar sobre lo vivido.
Agradezco el regalo de haberte conocido
de haber compartido risas y sueños
de haber sentido tu esencia, tan profunda y bohemia.
Pero el tiempo nos ha enseñado
que algunos caminos no están destinados a cruzarse o al menos en esta vida ademas.
Más de siete mares nos separan,
y otros continentes que parecen insalvables.
Es hora de dejarte ir, querido D,
aunque el eco de tu risa aún resuene en mi corazón.
Cierro este capítulo, con una mezcla de melancolía,
pero también con la certeza de que el amor,
aunque fugaz o solo de un mes deja huellas imborrables.
Gracias por ser el amor de invierno
por recordarme que el corazón puede volver a abrirse por mostrarme que incluso en la distancia,
los recuerdos pueden ser un refugio cálido.
Así, con cariño y un suspiro,
te dejo ir, sabiendo que siempre serás parte de mí hermoso recuerdo de invierno por Kaliningrado.
D, chico ruso de Kaliningrado,
con tu luz y tu risa llevas un pedazo de mi alma,
y aunque nuestros caminos se separen,
en mi corazón siempre habrá un rincón para ti, por haberme enseñado tanto sin haberme ni si quiera tocado ni besado por ello creo que existe el amor a primera vista.
Dra. Alice Arce Aguilera
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