Viernes Santo del calvario
En la penumbra de un cielo callado,
se asoma el dolor en la tierra,
el viernes santo, un día sagrado,
donde el amor y el sacrificio se aferra.
Las campanas suenan en luto profundo,
un eco de fe resuena en el aire,
recuerdos de un camino fecundo,
donde la esperanza florece en su desaire.
La cruz se alza, símbolo eterno,
de redención y de vida nueva,
en cada lágrima brota lo tierno,
la promesa que nunca se quiebra.
Los fieles caminan con paso sereno,
en silencio reverente, en oración,
recordando el amor que fue pleno,
en el sacrificio de una gran pasión.
Las sombras danzan entre los olivos,
la tristeza abraza el corazón,
pero en el fondo surgen los motivos:
la luz que se asoma tras la aflicción.
Este viernes santo es un canto profundo,
una invitación a reflexionar,
sobre el amor que une a todo un mundo,
y la esperanza que nos hace soñar.
Así vivimos este día sagrado,
con fe renovada y corazones abiertos,
pues tras cada cruz hay un destino amado,
y tras cada lágrima, nuevos desiertos.
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